PROYECTO DECADAS

DIARIO WWF

                                                                   


Lo que vas a leer es una reflexión personal y vino a mi mente de una manera bastante aleatoria.


Ah, y si quieres, ponte esto mientras. https://www.youtube.com/watch?v=l_hof7JyNcc

Tras la salida al mercado del esperadísimo Final Fantasy XV vi como la mayoría de la prensa (ahh, la “prensa” de videojuegos) y un gran puñado de fans se cebaban con ésta obra, otorgando puntuaciones que en este mundillo son insuficientes para una superproducción. Por otro lado, leyendo esos mismos análisis y otros de medios más fiables y minoritarios había algo en común. Fallas puntuales en una historia irregular pero con magia, con detalles a millones, con elementos y situaciones que te hacen sentir y momentos en los que cada personaje pone su sello, provocando que el juego brille como conjunto. Pero eso no era suficiente, los autodenominados veteranísimos del videojuego (FFForeverFan, este me encantó), expertos desde hace años, no podían darle la valoración que merecía porque simplemente, sus patrones de jugabilidad, gráficos, duración y varias chorradas más lo impedían.

Llegados a este punto os preguntaréis a que viene todo esto, con un tema tan ajeno al wrestling. Pues bien, lo de siempre. Me llama la atención como los medios terminan imponiendo su hoja de ruta sin identificar el fin último de los sujetos que analizan y que es lo que les permite alcanzarlo. Y lo mismo le pasa a la gente, convertida en demasiadas ocasiones en un altavoz de los mismos en lugar de filtrar esta información. Da la sensación de que han perdido el Norte. O al menos, el Norte que señala mi brújula.

En este caso lo hacen reduciendo los videojuegos a un mero conjunto de elementos en lugar de una obra de autor (la influencia de su director Tabata es más que apreciable) que es más que la suma de sus partes cuyo fin es hacernos viajar a otro mundo y vivir una aventura, para luego atacar el estilo y las formas por presentar algo que no se adecúa a los perecederos cánones del momento. Y es que esto lleva pasando eones en el pro wrestling.





Es muy frecuente ver como los medios mayoritarios y no tan mayoritarios de análisis de wrestling (WON, Voices Of Wrestling o El blog de Fiti) sientan las bases de una normativa casi sin darnos cuenta. Esta ahora dicta que para que un match sea bueno la duración debe estar entre los 20 y 25 minutos, tener unos cuantos fake finish (vía kick out a finisher a ser posible y secuencias fluidas y sin botches) y otras cosas que ya casi todos nos sabemos. Lo mismo ocurre con el análisis al wrestler. Aquí los requisitos es que tenga un arsenal variadísimo (y nunca falto de espectacularidad), que sea ágil y demuestre un timing impecable y luego la guinda del pastel en forma de tener un selling AKA bumping destacable. Y en todos se olvidan de lo mismo. Se olvidan de que esto no son más que elementos que no llegarán a representar el grandísimo valor que es contar algo y hacerlo de la manera adecuada.

Siguiendo el criterio actual de gran parte de esta gente, Austin y la mayoría de sus matches no son más que entretenimiento correcto. Harto estoy de leer el topicazo de “Austin tenía carisma pero no era bueno in ring. Solo hacía patadas, puños y Stunner” que imagino que vendrá de que el 90% de luchas que destacan por el brawling y no son a ritmo alto caen en el olvido de las puntuaciones mediocres mientras las líneas escritas por esos analistas las retratan con indiferencia. Aún mejores, aunque no tan abundantes, son los mismos aficionados que aseguran llevar viendo wrestling 20-25-577 años para soltar cosas tan básicas como “lo de antes sí que era wrestling, violencia pura” o “antes era solo espectáculo barato, ahora hay luchadores de verdad”. Austin ha trascendido y lo hará dentro de 20 años porque él fue mucho más que cumplir de manera gris un patrón correcto. Se hizo grande dentro de él.



El wrestling tiene un fin principal. Contar una historia. Lo hará ofreciéndote un envoltorio diferente según la situación y muchos lo presentarán como entretenimiento en varias de las compañías más importantes del mundo pero si hay algo universal es que el wrestling está para contarnos algo y que lo disfrutemos, algo que veteranos de la lucha libre como Negro Casas o Atlantis conocen a la perfección. Luchan para hacer disfrutar al público a través de lo que nos cuentan. El producto que de verdad brilla (coincidiendo en muchas ocasiones también con analistas y fans) es aquel que tiene capacidad para darme algo que me emocione, algo que me haga soñar por un momento o que me implique dentro de este universo. Ni siquiera tiene por qué estar en un gran formato. En ocasiones la historia no tiene relevancia apenas, pero hay detalles que cuentan más que uno de esos miles de matches de 4 estrellas, 97 puntos y 24 soles de Repsol, con esos cánones tan bien cumplidos pero tan poca chispa, como un poster erótico de revista barata.

Un forearm de Nikki Bella en un match random de TV, Rush matando a un luchador mexicano que no podía darme más igual hasta ese momento o The Revival sucumbiendo agarrados de la mano como algo más grande que Scott Dawson y Dash Wilder.



Hablando de momentos. Uno de mis matches favoritos, pese a que siendo sinceros, es bastante aburrido por momentos es Okada vs Tanahashi en Wrestle Kingdom 10. Amado por Meltzer y buena parte de la IWC pero detestado hasta el límite en otros sectores (y ojo, creo que ambas bien fundamentadas). No es por los tropecientosmil fake finish y tampoco por una duración larga para buscar la épica. Ni siquiera es por Okada superando (demasiado fácil en mi opinión) el limbwork que le condenó el día de su frustrada coronación en Wrestle Kindgom 9. Lo que marca la diferencia es este momento en el que su feudo de más de 3 años que ya les ha unido para siempre cristaliza en Okada no dejando escapar por (pen)última vez a Tanahashi, para desatar una tormenta de Rainmakers sobre él y convertirse al fin en el ace de NJ.







Esto es lo que convierte un match en algo trascendente, en más que un entretenimiento superficial. Igualmente habría recibido mil elogios de los ya citados anteriormente por adecuarse a esos cánones, pero lo que lo convierte en algo superior es este momento.
El wrestling debe sin duda adecuarse al contexto que le rodea y aportar consistencia y buen hacer, pero son estos momentos brillantes, atemporales, coherentes con la narrativa y que son capaces de aportar un plus los que convierten algo sólido pero olvidable en contenido que de verdad suma a este universo.

Dejadme disfrutar con algo tan ridículo como una paliza sin discusión en el Main Event de un WrestleMania (31 concretamente) mientras en mi cara se dibuja una sonrisilla estúpida  viendo a Roman Reigns pedir más o incluso ese inadmisible minuto y medio que fue Goldberg vs Lesnar II. Quedaos con vuestras sagas de + **** vacías. Yo me quedo con mis momentos. Quizá ya no entiendo esto. Quizá jamás lo entendí.




Alberto Tamame Merchán
@AlbertoTamame20

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