[No puedo aportar contexto. Bien podría considerarse esto como un signo de poca profesionalidad; un desconocimiento que podría haberse solventado investigando y visualizando sus anteriores choques, para aportar precedentes, puntos clave y consecuencias. Pero la idea de ver el match e intentar descifrar qué estaban contando sin conocer el camino recorrido hasta entonces, y posteriormente plasmarlo en un texto para todos vosotros, me seducía más que un trabajo calculado que, por otro lado, debería ser la norma a la hora de realizar un ejercicio de este tipo].
El acontecimiento es importante, y la
gente, viva y participativa, lo sabe. El lleno se hace notar desde el primer
segundo, creando un clima adecuado para la trascendencia de la pelea.
Canis Lupus tiene un plan: ha
estudiado a Trauma I y le domina a base de palmetazos. De hecho, la primera
caída, breve, consiste en un Lupus confiado, con todo bajo control, que somete
a Trauma I en cuanto tiene la oportunidad. Uno puede notar esa seguridad nada
más comenzar la lucha: Canis Lupus golpea a Trauma I, lo saca del ring y le
aplica inmediatamente un tope para tomar ventaja. Toda la primera caída gira en
torno a ese detalle, pues en ningún momento Trauma I consigue doblegar a su
oponente y acaba rindiéndose ante un rival que, visto lo visto, sabe exactamente
qué y cómo hacerlo para llevar la delantera.
Cuando Trauma I conversa con (su
hermano y tag) Trauma II uno puede sentir lo mucho que se está jugando. Su
máscara, su razón de ser está en juego; cometer un error significaría el fin
ante un rival que, si bien no muestra ninguna superioridad física obvia, ha
demostrado ser más inteligente lanzando el primer golpe.
La segunda caída comienza como termina
la primera: Trauma I sometido al castigo recio de Canis Lupus, que no espera ni
a que su rival entre al ring para seguir con la paliza. La ofensiva de Lupus,
basada únicamente en machetazos y patadas, pues no necesita más para seguir
mermando a Trauma I, luce efectiva y ayuda a colocar a este último en una
posición, digamos, de adversidad. Pero como ya sabemos que en el wrestling un
mínimo detalle puede decantar la balanza, Trauma I, esquivando un ataque del
rival, comienza su particular comeback hasta hacer rendir a Canis Lupus casi
con la misma rapidez con la que él cayó en la primera caída.
Las tornas han cambiado. Ni Canis
Lupus cuenta con la ventaja del principio ni Trauma I se ve en la contra. No
hay gran misterio en ninguna de las dos caídas, siguiendo un esquema sencillo y
efectivo en la que cada uno, partiendo de roles distintos (Canis Lupus
dominando y Trauma I dominado) se equiparan de cara a una tercera caída donde
ya no habrá más opciones.
Cómo me encantan los gestos
desapercibidos en el wrestling: Canis Lupus, frente a frente a su rival, se
despoja de la camiseta con un mensaje claro: voy a por todas. Es verdaderamente
un detalle tonto, pero me parece muy curioso que en las dos primeras caídas,
donde domina y se siente seguro, luche con la camiseta puesta y encarando esta
tercera, equiparado a su rival y completamente expuesto, se despoje de todo.
La tercera caída es una maravilla y
contiene una carga dramática por encima de la media. Las máscaras se destrozan
y las sillas llegan al ring, lo que provoca en ambos un sangrado que, en el
caso de Canis Lupus, es exagerado. Lo de siempre: el wrestler se está
desangrando, posiblemente más de lo que en un principio había calculado, pero
es innegable que le da un toque “animal” o “límite”. Los cabezazos, con ambos
teñidos de rojo, resultan insanos. Pero están luchando por algo que se
encuentra por encima de su bienestar (algo que fuera del kayfabe es
injustificable).
El hecho de que ambos luchadores,
agotados físicamente, se pongan a intercambiar pins, reversals y submissions en
mitad de la caída nos cuenta la mucha urgencia que tienen ambos por terminar cuanto
antes. Ya no se trata de mermar y rematar, no; no pueden pues ambos están
liquidados. Se trata de conseguir una victoria rápida por los medios que sea. Y
cada vez que se salen de una cuenta de tres, que hasta ese momento apenas
habían intentado, uno no sabe hasta dónde van a ser capaces de llegar. La
sangre sigue brotando, el cuerpo no puede más y una máscara (o dos en caso de
empate) debe caer.
Canis Lupus, que no solo ha demostrado
tener un aguante a la altura sino una pillería necesaria, aprovechando un
momento determinado en el que el árbitro se encuentra noqueado, aplica un
martinete (movimiento ilegal y que supone la descalificación inmediata) que
apunto está de darle la victoria. Esto no es moco de pavo: no es un nearfall de
transición, sino el hecho de que Trauma I tiene el cuello destrozado y, pese a
que aún sigue en pie (parando el brazo del árbitro para que no haga la cuenta),
se encuentra en una posición clara de desventaja. La aparición del médico para
colocar un collarín a Trauma I, aunque a priori pueda resultar un poco
ridícula, añade más tensión aún al momento. Canis Lupus zarandea al médico
porque, llegados a este punto, debe haber un ganador, pero ese ímpetu es lo que
termina constándole la victoria: Trauma I, collarín colgando mediante, con sus
últimas fuerzas, atrapa sorpresivamente a Canis Lupus por el pie y lo somete
con la cruceta en un final de infarto sobre un ring teñido de rojo.
El combate es fantástico. La
importancia de estar jugándose la máscara, la Arena Naucalpan muy metida, las
dos primeras caídas introductorias, la tercera caída con una carga dramática
sobresaliente, la sobriedad e inteligencia del trabajo de los participantes y
un final a la altura configuran la que es una de las mejores luchas del 2016. Y
el post match contiene sorpresa. Disfrútenla.
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