Lo acontecido en Survivor Series, esperado
por nadie y para sorpresa de todos, es la mejor decisión tomada por WWE en lo
referente al manejo de su mayor atracción desde hace bastante tiempo. Un giro
inesperado que no solo ayudará a recolocar a Brock Lesnar en una posición
interesante, sino que forma un debate en torno a la empresa que, si bien
polariza, la mantiene en boca de muchos.
Para comprender la situación en su
totalidad debemos tener en cuenta los siguientes hechos:
- WWE
carece de estrellas individuales (“draws”) que consigan vender un evento importante.
- Goldberg,
de 50 años y con 12 alejado del ring, en el universo ficcional de WWE sigue siendo una fuerza dominante y definitoria (de una era y por ende de una parte
del público).
- El
interés por Brock Lesnar, la mayor atracción de WWE, su “King Kong” particular, ha decaído de cara al aficionado a causa del mal bookeo y la ausencia de
historias.
- WWE
es una empresa privada cuyo fin último, siempre, será la obtención de cuantos más beneficios posibles; variando su producto en busca de esto.
En otro hecho inesperado y brillante,
WWE (Vince Mcmahon) decidió quitarle la racha a Undertaker en WM 30 para
entregársela a un hasta entonces desperdiciado Brock Lesnar, inflando su
credibilidad hasta el infinito y comenzando un camino en el que cada aparición
suponía un punto de inflexión. Un luchador legítimo, triunfante en cada
disciplina en la que se vio inmerso, y con la completa atención del espectador
por mal que este recibiese la derrota de una de sus superestrellas clave. En
ese punto Brock Lesnar no solamente aunaba en el ring calidad y
espectacularidad, sino que tenía en su mano el poder de convocatoria que
ninguna otra superestrella tenía. Tomando de nuevo como base el carácter
capitalista de WWE, Brock Lesnar, luchador transversal por su pasado en el
octógono y figura dominante de la escena, supone una fuente importante de
ingresos para la empresa. Pero cuando esa atracción única cae en la monotonía y
la mediocridad, y pierde parte de su ser y por tanto de interés general, o
actúas o lo dejas estar. Lo primero conlleva riesgos y quizá aciertos; lo
segundo, complacencia.
John Cena, Undertaker, Randy Orton,
Dean Ambrose, Seth Rollins… todos fueron alimento para la bestia. Especialmente
el primero, elemento constante y recurrente para la empresa desde hace más de
diez años; y el segundo, mayor atracción de Wrestlemania a lo largo del tiempo.
Todo ese alimento creó un monstruo cuyo fin último, y es algo que me llevó
tiempo comprender, no es ceder el testigo a otra superestrella de proyección, lo
cual podríamos catalogar como fin secundario en caso de ocurrir, sino hacer de
cada aparición suya un lleno absoluto. Pero ese alimento comenzó a escasear, y
quién sabe si quizá a causa de esto, las performances de Lesnar se tornaron
poco atractivas: encorsetado en un tipo de match que fue perdiendo frescura, con
rivales cuya credibilidad no estaba a la altura y sin un rumbo fijo más allá de
seguir vendiendo boletos. Lesnar (y por extensión WWE) necesitaba vientos
frescos y, contra todo pronóstico, un hombre mayor, retirado, vieja gloria y en
cierta medida olvidado, se los ha entregado.
El combate de Survivor Series tuvo un
planteamiento inteligente: hacer el mismo match que hacía siempre Goldberg,
pero en 2016 y con un luchador que, motivado, es (casi) insuperable. Y Lesnar
estuvo motivado. Sabía que iba a perder squasheado en dos minutos (!) después
de años invicto (!) y cumplió con su rol inmejorablemente, vendiendo en todo
momento y trasmitiendo con sus gestos (la cara, las manos) la dicotomía de
saber que eres una bestia pero también que enfrente tienes a alguien no menos
intimidante (amen de ser una mancha negra y particularmente recordada por la
horrenda actuación de ambos en su anterior enfrentamiento). Goldberg, aceptado
por el público en su rol de destructor (pese a su edad e inactividad prolongada),
hizo todo lo que la gente quería ver: una spear (en este caso dos) y un
jackhammer (que lució muy bien). Y en menos de dos minutos, la mayor atracción
de WWE se veía redimensionada y la otra atracción ganaba heat y credibilidad
como para 1) continuar la rivalidad que presumiblemente acabará en WM y 2) acompañar
a Brock en su rol de draw (pues hay que vender 60.000 boletos para RR).
Puedes enfadarte por considerar que faltaron
el respeto a la racha entregándosela a un hombre retirado (lo cual me parece
que no es cierto, pues la racha se difuminó con el tiempo en pos de Lesnar
siendo Lesnar), o que desperdiciaron la oportunidad de hacer que un wrestler joven
obtuviese dicha victoria-chute de credibilidad (situación análoga, aun con sus
diferencias, a la victoria de Vader sobre Inoki en menos de cinco minutos),
pero lo cierto es que a WWE eso le da igual. WWE sabía que una de sus mayores
activos venía a la baja y decidió actuar entregando algo inesperado, levantando
expectación por el camino y haciendo que todo el sector hable de ello. Ya
sabemos que sorpresivo y polémico no es sinónimo de acertado, ni mucho menos, pero
por la vuelta de tuerca a la situación de Lesnar (porque sigue siendo Lesnar
con todo lo que eso conlleva) y hacer que un luchador fuera de lugar (porque
no, ese no es el lugar de Goldberg a fin de cuentas) no de vergüenza ajena,
podemos considerar lo ocurrido como, al menos, acertado.
Estoy
seguro de que no todos compartís mi visión sobre el asunto, y abogando siempre
por el debate como fuente de enriquecimiento y retroalimentación, os animo a
que dejéis vuestras opiniones en la caja de comentarios.
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