PROYECTO DECADAS

DIARIO WWF


Víctor Turco nos ofrece su opinión sobre el reinado de Brock Lesnar como Universal Champion, analizando la posición actual de un campeón continuamente criticado debido a sus repetidas ausencias en la programación semanal.


No predico nada nuevo recalcando el inicio pésimo que tuvo el Universal Championship como campeonato principal de Raw. La lesión de Balor en el mismo combate donde se hace campeón, la ayuda externa que coronó a Owens, o incluso su criticado diseño, dieron una mala imagen del cinturón que, en cierto modo, debía sustituir al Big Gold Belt en la marca más importante de la empresa. A lo largo de 2016, hacer de KO un paper champion tampoco ayudó a elevar la importancia del campeonato, y fue enormemente criticada la elección de poner tal correa en la cintura de Bill Goldberg, incrementando esta polémica al enfrentar a dos part-timers en Wrestlemania por dicho oro. Sin embargo, con la victoria del ex campeón de WCW, y más concretamente con la coronación de Lesnar, se logró dar al título algo de lo que había tenido muy poco hasta ese momento: prestigio.


Y es que, el Universal Championship había estado en posesión de una superestrella recién llegada de NXT, y de un hombre que terminó opacado por su mejor amigo. Sin ser detractor de Balor ni Owens, y valorando un buen desempeño de ambos pese a las circunstancias, considero inevitable reconocer que ninguno de ellos era el adecuado para proclamarse como primer campeón principal del programa más famoso del wrestling. La posición de ambos no era la conveniente en el momento de comenzar sus reinados, y se notó. Brock Lesnar, salvando su calendario reducido, tiene prácticamente todas las características que se le pueden exigir al paladín más importante de la empresa de los McMahon.

No pretendo que el contraste entre los anteriores poseedores del título y Brock sea mi base para elogiar el reinado de The Beast, pero si es representativo de lo que puede ofrecer un tipo como Lesnar en la actualidad. Dentro de un análisis escueto, podemos decir que prácticamente nadie puede compararse a él. Es el mayor draw y atractivo de la compañia, figurando como cabeza de cartel de los eventos más importantes de la compañia, fortalecido por un curriculum envidiable, y siendo para muchos el mejor luchador in-ring del panorama, gracias a sus años practicando MMA aplicados a sus conocimientos de wrestling. No existe mejor individuo para representar a la WWE que un atleta con un historial y un status de esta categoría. Primero está Brock, y luego están los demás.



Si bien el natal de Minneapolis puede parecer magnífico como estandarte del imperio de Vince, es cierto que hay inconvenientes, y el que más reluce es su condición de part-timer. Pese a haber aumentado considerablemente su número de apariciones anuales desde su retorno en 2012, siguen resultando insuficientes cuando llevas la correa máxima de Raw, lo cual queda más explícito aun tratándose de un show de 3 horas, lo que exige de mayor atractivo que cualquier otro programa semanal de wrestling, y así mantener al espectador enganchado a lo largo de los 180 minutos que abarca; necesita un eje sobre el que girar su estructura, y justificar así el punto álgido de las interacciones entre los distintos miembros del roster. Este reclamo suele ser el campeonato mundial, la meta de todo luchador en este negocio. Sin embargo, si su poseedor no aparece, lo anteriormente dicho queda anulado.


Esta situación no es en absoluto insólita. El propio Brock ya logró el WWE World Heavyweight Championship en 2014, teniendo el “lujo” de ser el primer campeón mundial en la historia de la empresa en no asistir a 2 eventos PPV consecutivos. Por entonces, el producto semanal ofrecido no contaba con tantos recursos, por culpa de un germen de estrellas considerablemente menor y un roster más pequeño con el que mantener 2 programas. Sin embargo, cuando Lesnar se ausentaba de TV, el ritmo televisivo y el interés en la programación se mantenía con historias que, en ausencia del campeón absoluto, lograban erigirse como núcleo y atractivo máximo de los shows (la historia de venganza entre Ambrose y Rollins, el fin de The Authority, etc). No deja de ser una opinión personal, pero yo las consideré tramas atrayentes, que contaban con los nombres más importantes de la empresa, y si bien Raw no era perfecto, al menos sabía cómo dar intereses a sus argumentos de mayor relevancia. Con el actual reinado de The Beast y sus pocas apariciones tras Wrestlemania, Raw adoleció de tal capacidad de atracción, debido en buena parte a dos temas ajenos al ex-UFC.


El primero de ellos fue la corta lesión de Braun Strowman. Él y Roman Reigns retomaron sus trifulcas previas a WM, regalándonos excelentes segmentos y destacados matches, siendo la rivalidad principal del programa y dando la talla en cada una de sus intervenciones en TV. La lesión del gigante obligó reubicar a Roman, provocando entonces un cambio en el foco principal del programa, centrando su atención sobre un combate a cinco bandas sin ningún tipo de historia, con semanas previas centradas en insustanciales enfrentamientos entre los distintos participantes, que si bien todos ellos tenían como objetivo lograr ser aspirantes al título de Brock, se notó una construcción poco preparada, y un mero parche mientras el gigante se recuperaba. El segundo motivo es tan simple como un empobrecimiento del producto actual: storylines monótonas y sin intriga, personajes poco profundos y desarrollados, o conflictos alargados hasta la saciedad son algunos de los motivos de esto; que tengamos que echar la culpa a la división de marcas o a los creativos por ello, da para otro debate. Así queda patente que, si bien la desaparición del campeón influye en la calidad del producto (no somos tontos, sabemos cuando falta algo), no se trata del elemento más diferenciador de calidad en el programa, teniendo así que tomar en cuenta otros muchos aspectos a los que achacar lo poco seductora que resultó la programación de WWE durante la alargada ausencia del campeón.

Lo que más he leído sobre este asunto es que un campeonato es incapaz de ganar prestigio si su poseedor no aparece regularmente en pantalla. Esto me parece un análisis simplista, erróneo, y desafortunadamente común. Sí, ambas ideas están relacionadas, pero no tienen por qué verse totalmente condicionadas. Cuando no existe un premio máximo al que aspirar en pantalla, nos vemos coaccionados a detenernos en los aspirantes a este. Tanto estos como el propio ostentador del título son determinantes a la hora de medir la fama de cualquier correa, y poner énfasis en los contendientes no es malo, pues incluso ayuda a valorar lo que supone una oportunidad titular para cualquiera de ellos. Que un spot por el #1 contender tenga cinco semanas de preparación y deba decidirse en el main event de un PPV, fortalece la idea de dificultad que supone para los luchadores lograr una chance por el ansiado premio (que la historia entre ellos tenga poco interés es harina de otro costal). No son contendientes decididos por azar o en un simple semanal, sino hombres obligados a eludir muchos más obstáculos por una oportunidad que, en un contexto común, hubiese resultado mucho menos laboriosa, y, por consiguiente, importante. Dejas manifestada así la dedicación y el esfuerzo que requiere una sola chance para ir a por el cinturón, pese a que su propietario no aparezca. Y es que, enfrentarse a Brock, ganes o pierdas, es motivo para estar orgulloso, pues verse las caras ante él no es algo que se regale, y competir en un match titular frente al tipo con mejor posición de todo el roster es siempre beneficioso, sea cual sea el resultado. Basta con ver a Samoa Joe, y cómo pasó de ser un tipo perdido en la zona media del card, a recuperar un status con el que no contaba desde sus mejores años en TNA.



Esta escasez de intervenciones por parte de Brock no es fácil de cuadrar, y necesita ser administrada de manera minuciosamente calculada. En sus ausencias prolongadas (como la ocurrida desde abril hasta principios de junio de este mismo año), las referencias hacia él deben ser limitadas, tanto para enfocar la atención del espectador en wrestlers inmiscuidos en otras storylines, como para no impacientar a la audiencia, ni hacerle notar en exceso su poca participación, sobre todo cuando se es consciente de que aún quedan varias semanas para verle de nuevo. Aquí vuelvo a recalcar la importancia de contar con historias de calidad que mitiguen la espera y controlen a los seguidores, enganchándoles a estas y eludiéndoles de las reducidas apariciones de un part-timer con tal trofeo en su poderio. Raw no ha tenido esto, y por ello la ausencia de Lesnar se ha hecho notar mucho más de lo que se hubiese previsto.

Pese a esto, la poca frecuencia con la que vemos a Brock se justifica cuando, cada presencia suya en pantalla, se percibe como un evento de gran magnitud. Más que por necesidad, por la cantidad de miradas que crea a su alrededor. Más que por dinero, por la simple aura que desprende cada promo en la que participa. Es difícil tachar alguno de sus segmentos de inútiles, estando cuidadosamente colocados por la empresa en fechas importantes, y de ahí la antelación con la que se suelen anunciar. Y lo mismo ocurre con cada una de las oportunidades que tiene para poner en juego el campeonato.

Una defensa titular de Brock Lesnar no es como la de ningún otro. Es LA defensa titular. Todos los focos apuntan a un solo lugar cada vez que The Beast sube al ring para una trifulca con su bañador de competición, creando un big match feel muy difícil de igualar, y exigiendo un build-up que justifique cada una de las limitadas ocasiones que compite en el cuadrilátero a lo largo del año. La expectación es inigualable, haciendo cada PPV especial y magnificando cada ocasión en la que suena su tema de entrada. Porque sabes que es Lesnar, quizás el mejor worker de la E, y que es de esperar un desempeño in-ring de categoría, exponiendo un tipo de trabajo no equiparable al resto de luchadores de WWE. Cada reacción a un german suplex es una oda a su capacidad de ejecución. Un campeonato mundial debe ser para los mejores, los que más especial hagan sentir el cinturón. Cuando se contó que Lesnar se jugaría el título por primera vez en Great Balls of Fire, todos los seguidores de la empresa de los McMahon colocaron una X en el calendario el día 9 de julio, porque ahí aparecería Brock, y nadie más es capaz de provocar eso.



Y digo nadie más por una buena razón. Esto no va de merecimientos, ni funciona en base a la justicia. Cuando Brock se marchó de manera bochornosa de WWE en 2004, tras 2 años recibiendo un push espectacular, se ganó aun mejor reputación con la suma de sus actuaciones en UFC, justificando los 6 millones de dólares que, según Forbes, cobra actualmente, estando solamente por detrás de John Cena en tal aspecto. Atrae más gente que nadie y se le paga en base a ello, pues Brock no necesita (ni quiere) trabajar más de lo que lo hace, ni la WWE puede permitirse hacer currar a una estrella de su nivel 6 fechas a la semana. La IWC puede tachar a Lesnar de mercenario, de una persona que no siente amor por el wrestling, pero yo les preguntaría si no se tomarían ellos tantas libertades de estar en su lugar, bien merecidas gracias al caché que fue adquiriendo en sus años fuera de este deporte-entretenimiento, y sabiendo que, en su momento, pudo regresar a las MMA ganando mucho más dinero de lo que percibe en la actualidad; con 40 años ya cumplidos, está en la situación más idónea para él. Además, su gimmick no funcionaría de tener tantas participaciones en TV como otras superestrellas. The Beast es campeón Universal por méritos propios: porque se fue de WWE siendo una estrella, y porque regresó convertido en una estrella más grande aún. Por tomar un ejemplo, Zack Ryder puede haber trabajado día sí día también a lo largo de 10 años, pero nunca va a estar al nivel de Brock por muchas apariciones que haga, simplemente porque no lo vale.



Entonces, ¿merece la pena que Lesnar sea el campeón mundial? Sí, la merece.

No es el que más aparece, pero sí el que más apariciones grandes realiza. No es el que más defiende el campeonato, pero sí el que tiene mejores defensas. No pretendo colocar su reinado como algo perfecto, pues es indudable que yo también querría más participaciones por su parte, pero sí busco ensalzar sus muchas virtudes en medio de tantas y tantas críticas negativas. Brock Lesnar SÍ da prestigio al campeonato Universal, el cual puede considerarse el cinturón más importante que tiene WWE ahora mismo (al menos, en kayfabe debería estar bastante claro), sin necesidad de referirse a anteriores poseedores de su cinturón. El plan es que conserve el campeonato hasta Wrestlemania, y si bien un cambio de planes para que pierda la correa antes puede servir para alterar la previsibilidad de su reinado, no me molestaría que llegase a los 365 días con tal premio. Está claro que no todos, pero yo sí estaría dispuesto a soportar las ausencias de Lesnar por un tiempo si tiene el título en su cintura, y en la mayoría de ocasiones, preferiré a un tipo que sepa darle relevancia a tal campeonato, en detrimento de otros cuyas apariciones semanales no justifiquen la grandeza que debería tener tal cinturón. Sus presentaciones, sus casi siempre soberbios combates, y por cada ocasión en la que Heyman pronuncia aquello de “the reigning, defending, undisputed Universal Champion…” se que Brock Lesnar es uno de los mejores campeones que puede tener la empresa. 


Al menos, es el campeón que yo quiero.


Víctor Turco
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